Prácticamente todos los edificios intercambian aire con el exterior, aun cuando sus aberturas se encuentren cerradas. Esto es porque sus componentes constructivos tienen numerosos poros y fisuras, en ocasiones microscópicos, que permiten que el aire pase a través de ellos y de lugar a lo que se conoce como infiltración, es decir, ventilación no controlada (y en ocasiones no deseada).
Por otro lado, el concepto de ventilación natural se refiere a la que propiciamos por medio de aberturas dispuestas expresamente para ello. En estricto sentido, cuando en la envolvente de un edificio generamos una abertura practicable (es decir, que se pueda abrir) ya estamos permitiendo la ventilación natural. Sin embargo, conseguir una ventilación eficiente requiere conocer las condiciones climáticas del sitio, así como tener en cuenta la orientación, el tamaño y la ubicación de las aberturas. En otras palabras, generar aberturas no garantiza que se tendrá una ventilación eficiente, aunque sean de gran tamaño.